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Entregué mis espaldas a los que me golpeaban, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba. No escondí mi cara de las afrentas ni de los escupitajos. Porque el SEÑOR Dios[a] me ayuda, no he sido confundido. Por eso puse mi rostro firme como un pedernal y sé que no seré avergonzado.

Cercano está a mí el que me justifica. ¿Quién contenderá conmigo? Comparezcamos juntos. ¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese a mí.

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Footnotes

  1. Isaías 50:7 Según LXX; heb. omite mi nombre.